lunes, 29 de junio de 2009

Kant

Lo Sublime y lo Bello en la filosofía de Kant


Hacia el año de 1763 es presentada la obra Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, en la cual Kant presenta un estudio sobre las fuentes psicológicas que generan tales sentimientos, desde su primer capítulo titulado sobre los diferentes objetos del sentimiento de lo bello y lo sublime podemos apreciar los puntos en los que centra sus observaciones -como él prefiere llamarlas. El sujeto posee mayor importancia que las cosas externas, en tanto que se producen en él las sensaciones de agrado o descontento, con lo cual la sensibilidad no esta determinada por las cosas externas, como lo planteaba D.Hume(17--) en su libro Tratado sobre la naturaleza humana(17--). Bajo esta condición lo que para algunos es causa de placer, para otros es causa de asco, suscitándose en estas diferencias la incomprensión sobre la forma de actuar entre las personas. Kant se plantea el estudio de la sensibilidad y sus diferentes manifestaciones.

Pero ¿qué clase de sentimiento se propone analizar Kant?... Deja a un lado los sentimientos comunes que no exigen aptitudes excepcionales; además el sentimiento de placer, en esos casos, es incompatible entre las personas, pues recae sobre distintas cosas. También rechaza lo que señala como una inclinación que va unida a las sublimes intuiciones del entendimiento, tomando como referencia a un keplero que decía que no cambiaría uno de sus descubrimientos por un principado, Kant considera que esta afección es excesivamente fina. Si desecha sentimientos tan comunes y afecciones tan finas, tratará de ubicar su análisis en sentimientos que median entre estas dos consideraciones por lo tanto estas afecciones las puede tener cualquier alma común. Dentro de estos peculiares sentimientos tenemos principalmente a dos clases: el sentimiento de lo sublime y el de lo bello.
En este trabajo abordaré brevemente estas dos categorías.








Exposición de las categorías.

Tanto lo sublime como lo bello agradan, pero de maneras distintas, lo sublime y lo bello pueden sentirse tanto al contemplar la naturaleza como al contemplar alguna expresión artística; bajo esta consideración Kant nos da varios ejemplos en los cuales situar estos sentimientos. Considera que contemplar fenómenos de la naturaleza de inmensa oscuridad, de grandes dimensiones, acompañados con ideas de infinitud suelen producir sentimientos de terror, y en ocasiones excitan ideas de grandeza. Anteriormente situamos a lo sublime como agradable, esta condición se obtiene cuando el dolor y el terror no hacen que perdamos nuestra conciencia, pues parece afirmarse nuestra libertad. Lo sublime puede prescindir de la forma por su relación con lo ilimitado
“ Rocas audazmente colgadas y por decirlo así , amenazadoras, nubes de tormentas que se amontonan en el cielo y se adelantan con rayos y truenos, volcanes con todo su poder devastador, huracanes que van dejando tras de sí la desolación, el océano sin límites rugiendo de ira, una cascada profunda en un río poderoso etc.”[1]

En lo bello se halla aquello que encanta, una sensación agradable pero que en este caso es alegre, se encuentra ligado con la compasión, “ lo sublime ha de ser siempre grande lo bello puede ser también pequeño, lo sublime ha de ser sencillo, lo bello puede estar engalanado”[2]. Como habíamos mencionado lo que Kant realiza son observaciones en donde ubica lo bello, así que encontramos a lo largo de su obra distintos ejemplos para distinguir lo bello, la mayoría están basados en la moral, escasamente nos muestran ejemplos de estos sentimientos en el arte, esto responde a que desea explicarlas como propiedades de las personas en general.
“La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña pero bella…la amistad presenta principalmente el carácter de lo sublime, del amor sexual y de lo bello…la tragedia se distingue en mi sentir, principalmente de la comedia en que la primera excita el sentimiento de lo sublime y la segunda el de lo bello.”[3]

Relación de las categorías con alguna manifestación artística.

Un ejemplo de lo sublime lo hallamos en la Séptima sinfonía de Beethoven, cuyo estreno se celebró en la Universidad de Viena el ocho de Diciembre de 1813, aquella que Wagner bautizaría con el apelativo de apoteosis de la danza, en mi opinión personal en el segundo movimiento, se manifiesta el impulso que eleva nuestro espíritu.
Contemplar una tormenta en medio del bosque del Iztatcihuátl, refugiado bajo la copa de los árboles.
En cuanto a lo bello “El columpio” de Jean-Honoré Fragonard. 1767


Apreciación personal

Descubrí lo complejo que resulta intentar definir un estado, que se encuentra en la subjetividad de cada sujeto, y que no se pude prescindir del desarrollo de la sensibilidad como manera de estudiar el mundo. La lectura de Kant me confirma que las concepciones sobre la sensibilidad están ligadas a un contexto histórico social, no puedo decir que no me sorprendió hallar en una parte de su libro una crítica dirigida a las mujeres que se desarrollan en los ámbitos de investigación igualmente que los hombres, afirmando que dichas mujeres pierden su gracia, lo que en algún momento se considera la ventaja principal de la mujer sobre el hombre. También me sorprendió que considerara que los habitantes de África apenas y habían de tener una sensibilidad que se eleva a penas por encima de lo insignificante. Hace más critica hacia los pueblos de América y considera en una de sus anotaciones que lo único que puede hacer quien le su texto es excluirse el mismo de sus afirmaciones, este recurso se me hace poco dotado de nobleza, quizás halle un error en su planteamiento que me permite no admirar más de lo necesario su obra. Bueno creo que algunos le perdonaran estos pequeños detalles a favor de su gran aportación al sistema filosófico occidental.

Inclusive en un escrito no se puede conservar una sola postura ni para el autor ni para el lector pues siempre se deja entrever lo que para algunos es un acierto para otros es una gran falla. Lo mismo que se había planteado observar le condujo a no callar su naturaleza.













[1] Kant, Crítica del juicio, Porrúa México, 1997
[2] Ídem p. 135
[3] Ídem p.136